13 abr 2011

NUESTRA BELLA OSCURA RETORCIDA FANTASÍA


A volumen máximo o nada. Es un gran triunfador que se abre sin pudor ni vergüenza, una exaltación de ego y miserias de profunda ambigüedad moral, tenemos que ponernos en su escala. Una tensión sofocante entre fantasmeo y sinceridad insobornable y valiente, entre lo sublime y lo vulgar, que sólo puede salir por la vía de la catarsis; la del artista y la del oyente (experimentador). Eso viene a ser el quinto disco de Kanye West, My beautiful dark twisted fantasy.
Un apabullante exceso, con manchas de imperfección que lo terminan de hacer inmenso. Terremoto de ritmos y estilización absoluta del sample, caos siempre armónico y coherente, desde la perspectiva de un Dios que es, en realidad, más humano que cualquiera de nosotros y nos lo enseña. Porque, más allá de la turba sónica que se te lleva por delante con su imprevisibilidad y retorcimiento de géneros, la grandeza está en esas voces sin apenas efectos perceptibles que parece que las están grabando ahora mismo en el ordenador que tienes delante, con una naturalidad y ausencia total de pensar en el qué dirán. Kanye habla de la vida pero, sobre todo, de su vida, de su mundo interior y exterior, convencido de que todo el mundo está deseando escucharle. Su oscuro cripticismo juguetón revela por momentos el simbolismo satanista que subyace, si leemos correctamente vemos la verdad: es una misa negra celebrada por Kanye como antisacerdote y, además, en su honor. La conspiración masónica/diabólica en la que están enredados los grandes negros de la cultura popular americana es un secreto a voces. Mientras, su falta de sentido del ridículo le lleva a decir lo que piensa, alternando el mal gusto con el lirismo. Dice lo que nadie se atreve a decir, o lo que nadie se atreve a decir sin cuidado. Se confunde el personaje y la persona, pero no le queda otra. Y su voz y pensamientos impresionan porque no son los de un negro de ghetto, de los que nos fascinan a los blanquitos que escribimos en blogs pero que nos parecen extraterrestres. No es uno de esos, sino uno de los nuestros. Kanye es como nosotros, como si cualquiera de nosotros tocara la cima del espectáculo y este nos calara hasta los huesos, y como si después lo contáramos sin autocensura, imbuidos de la idiosincrasia de ese mundo sin haber perdido la propia, contagiados de esa frívola existencia y a la vez encontrándole sentido a la vida gracias a ella. Ese hombrecillo se nos muestra en toda su fragilidad y fuerza, con toda su creatividad, confianza e inseguridad, y tiene tanto talento y tal carencia de miedo que eso apabulla, apabulla. Por si no queda claro, lo dice también con imágenes.
Con «Dark fantasy» cruzamos la entrada del túnel, el estribillo es el principio del ritual que sitúa en el estado anímico extático adecuado. «Gorgeous» suena en la radio y la guitarra nos lleva a conversar un poco con el acompañante, quizá hay miedo y es un intento de quitarle hierro. «POWER» es ya una danza tribal para celebrar a este hombre esquizoide del siglo XXI. «All of the lights» muestra que el túnel está increíblemente iluminado por todo tipo de lámparas de diseño y velones de iglesia, y que los diáconos son del más alto nivel; ¿es Elton John un inaccesible antipapa? «Monster» anuncia la llegada de Satán en persona, Kanye le ha vendido su alma (esto es cierto) y cada vez se parece más al Swan de El fantasma del Paraíso. «So appalled» se ríe del resto del mundo, de los que no están en la logia, de los pobres mortales que creen ser algo y no son nada. Jay-Z plantea el gran dilema: “Would you rather be underpayed or overrated?“. «Devil in a new dress» es un compadreo directo con Satanás. «Runaway» une al Kanye pre-pacto con el diablo con el Kanye post-pacto, el vano humano con el trascendente semidiós, conjugando la contagiosa sensibilidad de ambos mundos para engañar a todos. «Hell of a life» exalta la vida lasciva frente a la falsa vida de la conveniencia social, es el ideal luciferino que sólo trae buenas consecuencias (para quien lo vive). En «Blame game» se pone de nuevo el disfraz de humano, y consigue transmitir la tragedia que es vivir una relación amorosa; quizá eso fue lo que le llevó a abrazar al demonio. «Lost in the world» es la explosión final, todos los sentimientos de la múltiple personalidad de Kanye llevados al límite en el último y ultrarromántico aquelarre en su honor. «Who will survive in America» enlaza su experiencia con la sociedad, utilizando un speech anti-sistema de Gil Scott-Heron, profetizando el cercano Apocalipsis. Apocalipsis que ellos, los elegidos, están disfrutando ya. Nos invitan a verlo desde dentro, quizá incluso a ser partícipes.


VIA: El Ansia

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